¿Quién podría saber tanto de ti… sin que se lo contaras?

¿Quién podría saber tanto de ti… sin que se lo contaras?

Subes una foto, etiquetas un lugar, haces check-in, publicas un comentario inocente. Todo parece normal, la notificación te da un pequeño golpe de dopamina, los “me gusta” se acumulan, y sientes esa falsa cercanía que las redes ofrecen, pero hay algo que no ves: la historia que estás escribiendo sobre ti mismo, una publicación a la vez.

A veces olvidas que Internet no olvida, esa foto de hace años, esa ubicación compartida, ese comentario impulsivo, todo sigue ahí. Y mientras tú sigues publicando, alguien podría estar observando, no necesitas tener un millón de seguidores; basta con ser visible.

Tu vida, sin darte cuenta, se volvió un guion, y hay alguien leyendo el libreto completo.

Fue así como comenzó aquella llamada, con una voz desconocida, casual, familiar. “Hola… vi tus fotos del fin de semana. Ese café parece increíble.” El tono era amable, casi simpático; pero el frío en tu espalda no venía del clima, Esa persona sabía demasiado.

La respiración al otro lado de la línea se hizo lenta, densa;  “Siempre subes tus rutinas a esta hora, ¿no? Debes tener buena disciplina.” La voz sonó más cerca, como si ya no hablara desde el teléfono, sino desde la habitación de tu casa, entonces lo entendiste: no necesitó hackearte, Tú le diste toda la información.

Ahí es cuando Ghostface aparece, no con cuchillo, sino con datos; no persigue a sus víctimas por los bosques, sino por sus perfiles públicos; no necesita irrumpir en tu casa; ya está dentro, porque tú lo invitaste cada vez que compartiste una foto con ubicación activada. El terror moderno no entra por la fuerza, entra con permiso.

Lo que en las películas comenzaba con una llamada, hoy empieza con una notificación. Ghostface ya no dice “¿te gusta el terror?”, ahora pregunta “¿aceptas las cookies?”. Y tú, sin sospecharlo, respondes que sí.

No hay música de fondo ni respiración detrás de la puerta. El suspenso ahora está en tus publicaciones, en tus metadatos, en las cámaras que nunca se apagan. La escena final depende de ti: si sigues contando tu historia a desconocidos, el guion ya está escrito.

Reflexión final

Ghostface no ataca al azar; elige a quienes dejan huellas, a quienes exponen su vida sin pensarlo. En el mundo digital, el peligro no está en quién te busca, sino en cuánto facilitas que te encuentre. No necesitas dejar de compartir, solo aprender a hacerlo sin dejar la puerta abierta.

Tu historia en redes puede inspirar… o exponer. Publica con conciencia. Cada dato que compartes es una línea de tu propio guion. Asegúrate de ser tú quien escribe el final.


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