Imagina que tu futuro laboral, tu préstamo bancario o incluso lo que compras, ya no dependa de una persona que evalúe tu caso, sino de un sistema que, sin conocerte, te diga sí o no. Eso ya está pasando. La toma de decisiones automatizadas y la elaboración de perfiles están moldeando nuestras vidas más de lo que imaginamos… y la mayoría de las personas no lo nota.
Cuando el algoritmo decide por ti
Juan solicitó un crédito en línea. Nunca habló con una persona. El sistema analizó su historial crediticio, su ubicación, su comportamiento digital y le dio una respuesta en segundos. Su solicitud fue rechazada. ¿Por qué? No lo sabe. Y eso es parte del problema.
Hoy, sistemas automáticos deciden si recibes un beneficio, si te ofrecen un producto, si pasas un filtro laboral, si tu comportamiento es “riesgoso” o si puedes viajar sin revisión adicional. Todo basado en datos… y en patrones.
La elaboración de perfiles: ¿una herramienta o una lupa invasiva?
María navega por una tienda virtual. Observa un par de zapatos, luego una blusa, luego se va sin comprar. Al día siguiente, esos mismos productos la persiguen por toda la web. ¿Te ha pasado? Esa es la elaboración de perfiles. Un proceso que crea un retrato digital de quién eres, qué te gusta, cuánto podrías gastar… incluso qué emociones podrían impulsarte a comprar.
Estas técnicas son útiles para las empresas, sí. Pero también plantean preguntas incómodas: ¿quién decide cómo nos perfilan?, ¿qué pasa si se equivocan?, ¿puedo reclamar?
¿Y si lo miramos desde otra comparación?
La toma de decisiones automatizadas es como un semáforo automático. Si el sensor no detecta tu carro, puede que te quedes esperando eternamente en rojo. No importa si no hay tráfico: el sistema decidió que no avanzas. Así mismo funcionan muchos algoritmos hoy. Si tus datos no encajan, quedas fuera… aunque no sea justo.
Beneficios que nadie niega
- Rapidez: Evaluar 1.000 hojas de vida en minutos, filtrar transacciones sospechosas o autorizar procesos complejos con cero contacto humano.
- Ahorro de costos: Automatizar lo repetitivo es rentable.
- Personalización: Recomendaciones de películas, música o productos que realmente te gustan.
Pero no todo es ganancia.
¿Y los riesgos?
- Privacidad expuesta: Muchas veces sin saberlo, das más datos de los que imaginas.
- Discriminación digital: Si los datos tienen sesgos, el algoritmo también. Y eso puede excluir a personas injustamente.
- Falta de explicaciones: Cuando algo no sale como esperabas, ¿puedes pedirle razones al sistema?
¿Qué podemos hacer como empresas?
- Ser transparentes. Informar cuándo una decisión es automatizada.
- Explicar cómo funciona (sin tecnicismos).
- Dar opciones para que las personas puedan apelar.
- Evaluar constantemente los algoritmos: ¿están siendo justos?, ¿hay sesgos?, ¿quién los entrena?, ¿con qué datos?
🧠 Un tema que va más allá de lo técnico
Las decisiones automatizadas no son solo asunto de ingenieros. Afectan a áreas legales, de recursos humanos, de atención al cliente, de cumplimiento normativo y más. Saber cómo funcionan, qué riesgos implican y cómo usarlas bien es una ventaja competitiva… y una responsabilidad ética.
🎯 Reflexión
Las decisiones automatizadas no son el futuro: son el presente. Y como toda herramienta poderosa, pueden servir o dañar. La diferencia está en cómo las usamos y qué tan conscientes somos de sus efectos. Hoy más que nunca, combinar tecnología con ética y transparencia no es un lujo: es una obligación
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